¿Qué sería de nosotros sin las maravillosas revistas?!, ya lo decían antes de que se creara la imprenta: El día que alguien invente la imprenta se forrará.
Y oye, no iban tan desencaminados, durante toda la historia aquellos que podían imprimir gozaban de un buen estatus socioeconómico. Pero ahora vamos a hablar del presente, de nuestro día a día, de cuando vamos al kisco y vemos nuestra revista favorita, o nuestras revistas (en plural) porque debemos admitir que nos encanta pasar papeles de una forma aleatoria contemplando las imágenes de los mismos.
Como los niños pequeños que no saben leer y cuando tienen un periódico delante se fijan en los dibujos; una iconografía increíble que reafirma el dicho de “una imagen vale más que mil palabras”.
Que bueno poder leer ahora revistas por internet, pero como era antes diferente.
Cómo cambio todo con las revistas de moda
Pues bien, hoy en día todo ha cambiado un montón, la gente ya no está esclavizada por la nobleza ni el clero, ahora lo está por los burgueses, ahora tenemos ordenadores, y todo va de maravilla hasta el punto en el que estamos vivos, pero para disfrutar del presente hay que saber un poco del pasado y de cómo funcionan las cosas…
Porque a todos nos sonará lo que es una imprenta de revistas con sus rodillos rotativos de chapa que escupen la tinta como si los poseyera el mismo Belcebú, el caso está en que son necesarias para lo que posteriormente se denomina “impresión de revistas” un proceso necesario e insalvable si queremos disponer de unas cuantas revistas para repartir a domicilio con el fin de publicitar algo o… por qué no… tal y como están las cosas, tal vez sea más fácil sacarse un dinerillo vendiendo tus propias revistas en kioscos o vete a saber tú donde (ya se pueden conseguir libros y revistas gratis en internet).
El caso que nos ocupa es la importancia del acto, de imprimir, y no cualquier cosa no, imprimir revistas; grandes, pequeñas, cuadradas, de buena calidad, de mala, cada cual con sus gustos y con su estilo artístico, pero no es de tontos pensar que un buen acabado hace que cuando el lector cierra la contraportada derrame una lagrimilla de lo tanto que ha disfrutado leyendo semejante concepto-visual repleta de textos y de imágenes que bien dicen mucho o mal dicen nada, a veces contradictorio y a veces sin sentido pero terminando siempre en un formato físico que mucho le costará al digital destronar, porque a todos nos gusta el olor de las revistas recién impresas, y porque todos tenemos revistas en el servicio con el fin de amenizarnos nuestra estancia en el trono.